La Boda de Rocío, la esencia de una novia especial

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Hay novias que conquistan por la sencillez con la que entienden la elegancia. Rocío es una de ellas. Su boda en Valdemorillo, Madrid, fue la perfecta muestra de cómo un estilo personal, cuidado y delicado puede brillar con naturalidad. Así, desde la ceremonia en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción hasta la celebración posterior con música de Son Top Fiesta.

El vestido, un diseño de Romancera inspirado en los años 20, era sofisticado y equilibrado, con un juego de tejidos que potenciaba el cuello y la silueta sin restarle armonía. Además, cada elemento estaba pensado para reflejar su esencia: femenino, ligero y lleno de matices, evitando los excesos y apostando por la coherencia en cada elección.

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Los complementos fueron clave para dar personalidad al estilismo de Rocío. Entre ellos, destacaron las horquillas de Petrita, elaboradas artesanalmente en latón con esmalte de nácar. De igual manera, su ligereza y delicadeza aportaban luz al recogido sin robar protagonismo, convirtiéndose en el detalle perfecto para completar su imagen.

Aún así, eran simples accesorios: eran un gesto, un símbolo de cómo algo pequeño puede transformar un look y hacerlo único. La elección de Rocío demuestra que, muchas veces, los detalles más discretos son los que confieren coherencia y elevan todo el conjunto.

Estas horquillas forman parte de la colección Stars by Me, inspirada en la constelación Lyra, símbolo de armonía y creación artística. Además, más que accesorios, son pequeñas obras de arte diseñadas y fabricadas artesanalmente en Sevilla. Con Plata de Ley 925 como base, esmalte a fuego enriquecido con micropartículas de nácar y cristales engastados a mano.

La elección de Rocío muestra una forma muy consciente de entender la joya de novia: no como algo accesorio, sino como una extensión de su identidad. Sobre todo, en su caso, las horquillas fueron el toque final para un look que hablaba de romanticismo, sensibilidad y autenticidad.

Rocío combinó su vestido con pendientes estilo Art Déco de los años 40, adquiridos en la joyería El Taxador de Barcelona, un regalo de su madrina, y el anillo de compromiso de Ansorena. Para los zapatos, optó por un modelo cerrado de Zara, que luego personalizó en un zapatero de Vallehermoso con la ayuda de Tamara de Romancera.

El maquillaje y la peluquería fueron obra de Ángela Blanco y Cynthia de León, quienes trabajaron con un estilo natural y elegante. Al fin y al cabo consiguieron una perfecta sintonía con la esencia de la novia.

La boda de Rocío recuerda que la verdadera elegancia reside en la coherencia y en la capacidad de contar una historia personal a través de cada elección. Sus horquillas de Petrïta no solo adornaban el peinado, sino que lo transformaban en un reflejo íntimo de quién es ella. Delicada, fuerte y con un estilo propio que no sigue tendencias, sino que las inspira.

Además, elemento de su estilismo, desde el vestido hasta los pequeños detalles artesanales, estaba pensado para hablar de su forma de entender la belleza y de cómo quería estar presente en su gran día. Por último, las horquillas de Petrïta fueron la pincelada final de una imagen que respiraba autenticidad. Al fin y al cabo un recordatorio de que las joyas de novia no necesitan ser excesivas para ser inolvidables. 

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